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martes, 15 de septiembre de 2009

¿Existe alguna relación entre el gusto y Conocimiento?

El juicio de gusto, se diferencia del juicio de conocimiento en que no tiene en su base concepto alguno del sujeto, sino que se relaciona inmediatamente con el sentimiento de placer o displacer del sujeto.


En este sentido la base determinante del juicio estético no puede ser más que subjetiva.

La representación en el juicio de gusto también implica una diferencia con respecto a la representación en el juicio ético; ya que en la ética, el ámbito estético, el sentimiento de respeto a la ley moral está condicionado por el pensamiento recordemos que Kant dice que la representación, es una representación dada para un conocimiento en general en el juicio de gusto, encontramos dos componentes: una representación por un lado y un sentimiento por otro. Dicho sentimiento se determina: como juego, como universalmente comunicable y como placer.

El juicio de gusto supone precisamente la unificación, la síntesis en una proposición, de la representación y de la relación de esta representación con el sujeto. Por ello el juicio de gusto precede al sentimiento de placer,Es decir en el tercer momento de la analítica de lo bello; dice que la mencionada comunicabilidad universal hace que el juicio estético sea justamente eso: un juicio.


Pero, por otro lado, la pretensión de ser estético se funda en el a priori de la finalidad. Finalidad que, por otra parte nos aclara sobre aquello que dice que las ideas de la razón descubren la tarea infinita del conocimiento.

Ya que, en este sentido, la finalidad aparece precisamente cuando la conciencia descubre sus límites y puede pensar que hay un en sí. Pero curiosamente se trata de unos límites que no limitan, ya que la conciencia puede y debe avanzar en su eterna tarea, y no quedarse pasiva ante dichos límites.

La finalidad, en principio, supone un complemento a la explicación mecánica del universo. A saber, la naturaleza, los organismos, los individuos, etc., pueden explicarse por sus causalidades mecánicas. Pero la cuestión no se agota aquí, las causas de los fenómenos se quedan cortas. Necesitamos de la finalidad, si no para explicar nada, sí al menos para rechazar cualquier carácter definitivo de lo explicado.

Con el principio de finalidad no alcanzamos a comprender el organismo, pero sí llegamos a concebirlo, y esto es lo que hace falta para describirlo y hacerlo asequible a la mecánica. Es, por lo tanto, una idea que indica a la experiencia la existencia de nuevos problemas, y, los coloca ante los ojos; es una idea que señala los límites de la experiencia, y al mismo tiempo afirma que esos límites no son limitaciones. Es una idea que realiza en la dirección teórica de la conciencia su misión apriorística de unificar y abrir perspectivas siempre nuevas.

Como ya sabemos, hay un a priori de la intuición (en función el espacio y el tiempo) y otro del entendimiento (en función de las categorías). Estos dos a priori tienen que ver con el ser de las cosas. Ahora bien, también hay un a priori en la idea. Éste no es otro que la finalidad, y tiene que ver, no ya con el ser, sino con el deber ser de las cosas.

El juicio estético se refiere a este tipo de a priori, ya que, ante todo, dicho juicio nos expresa un modo de sentir de las cosas, no un modo de ser de éstas. Como no podría ser de otro modo, la finalidad estética es subjetiva. Esto es, no tiene que ver con la objetiva finalidad de la naturaleza. Se trata, pues, de una finalidad sin concepto; ya que, como venimos insistiendo, a la estética no le interesa la existencia, el ser del objeto.



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